LECCION 7

JESUS ES EL CORDERO DE DIOS

Texto para memorizar:

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Juan 1:29

En esta lección estudiaremos sobre Jesús: el Cordero de Dios. En los días del Antiguo Testamento, el cordero fue usado en sacrificio por los pecados. Dios había dado al pueblo ins­trucciones muy específicas sobre los sacrificios y el pueblo com­prendía estas instrucciones. Por tanto, cuando Juan el Bautista habló de Jesús como el... "Cordero de Dios" las palabras tenían mucho significado para la gente que escuchaba. Si estas palabras sobre Jesús van a tener el mismo significado para nosotros, es necesario que aprendamos sobre los corderos sacrificiales del Antiguo Testamento. Al entender sobre este asunto, iremos com­prendiendo más acerca de quién es Jesús y lo que él ha hecho por nosotros.

Hay muchos mandamientos en el Antiguo Testamento que Dios ha dado a su pueblo. Había ciertas cosas que no deberían hacer. Había otras cosas que sí deberían hacer. Cuando un hom­bre sabía la voluntad de Dios y rehusaba hacerla, aquel hombre pecaba contra Dios. Pecado es el negarse a cumplir la voluntad de Dios, para hacer nuestra propia voluntad.

Vamos a suponer el caso de un hombre que vivía en los días del Antiguo Testamento. Este hombre peca contra Dios. Des­pués de haber pecado, se lamenta y empieza a pensar: "¿Qué debo hacer?" El sacerdote le explica que el pecado es cosa muy seria a los ojos de Dios. El pecado debe llevar castigo. El pecador debe sufrir el castigo por su pecado u otro debe sufrir el castigo en su lugar. El sacerdote continúa diciéndole que Dios había dado un plan por el que un cordero puede sacrificarse por su pecado. En otras palabras, el cordero sufrirá el castigo del pecado en lugar del hombre pecador. Entonces, el pecado puede ser perdonado. Lea Levítico 4:32-35. ('Pero si trae un cordero como su ofrenda por el pecado, que traiga una hembra sin defecto.   'Pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda por el pecado y la degollará como ofrenda por el pecado en el lugar donde se degüella el holocausto.   'Entonces el sacerdote tomará con su dedo de la sangre de la ofrenda por el pecado y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará todo el resto de la sangre al pie del altar.   'Luego quitará toda la grasa de la misma manera que se quita la grasa del cordero del sacrificio de las ofrendas de paz; y el sacerdote lo quemará en el altar con las ofrendas encendidas para el SEÑOR. Así el sacerdote hará expiación por él, por el pecado que ha cometido, y será perdonado.”)

Suponga que el hombre entonces pregunta: "Pero, señor, ¡déjeme confesarle mi pecado a usted y quizá Dios me lo perdo­nará!" El sacerdote le contesta, "No. Según el plan de Dios, donde hay un pecado debe haber una muerte para pagar el cas­tigo del pecado."

Entonces tal vez el hombre dice: "Pero, señor, ¿si prometo que jamás volveré a pecar, podría perdonarse mi pecado sin sacrificar mi cordero?" El sacerdote tiene que contestarle: "No. Su pecado ya ha sido cometido y según el plan de Dios, si no hay derramamiento de sangre, no se hace remisión de su pecado" (Hebreos 9:22). Al final el hombre llega a reconocer que si va a recibir el perdón de su pecado, tiene que seguir el plan de Dios. Este plan requiere el sacrificio de un cordero.

LA CLASE DE CORDERO REQUERIDO

Dios también indica claramente en la Biblia que el cordero debía ser un animal perfecto. U n cordero enfermo, herido o imperfecto de cualquier manera, no sería aceptable a Dios. Cuando se traía el cordero al sacerdote, lo examinaba muy cui­dadosamente para asegurarse de que cumplía todos los requisi­tos exigidos en el Antiguo Testamento.

Jesús, como el Cordero de Dios, fue perfecto. N o tuvo pecado. Dios mismo examinó a Jesús y después dijo de él: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3: 17). Por tanto, Jesús, el Perfecto e Impecable, cumplió los requisitos de Dios para que pudiera ser nuestro Cordero sacrificia1.

Después de que el hombre volvía con el cordero, el sacer­dote lo miraba cuidadosamente. Si el cordero recibía la aproba­ción del sacerdote, pasarían dos cosas.

Primero, el hombre colocaba sus manos encima de la cabeza del cordero y confesaba sus pecados. Esto fue un símbolo de que el pecado confesado se quitaba del hombre y pasaba al cordero.

Segundo, el cordero que había asumido el pecado y la culpa del hombre, debía morir. El sacerdote llevaba el cordero y lo mataba según las instrucciones dadas por Dios. El cordero ino­cente moría por el hombre culpable.

Esto es precisamente lo que ocurrió cuando Jesús murió en la cruz. Como el Cordero de Dios, él tomó nuestros pecados en sí mismo. Sufrió y murió por causa de nuestros pecados. Esto se hizo para que tuviéramos perdón de nuestro pecado y vida eterna. Lea cuidadosamente 2 Corintios 5:21. (Al que no conoció pecado, Lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El.”)

Antes de que terminemos esta lección, debemos compren­der algunas cosas muy claramente. Estas cosas fueron verdaderas en el Antiguo Testamento y también son verdaderas hoy en día. Si un hombre busca perdón de sus pecados, las siguientes cosas deben pasar:

  1. Debe darse cuenta de que ha pecado contra Dios. Roma­nos 3:23: "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios."

      2.   Debe sentir pesar en su corazón a causa de su pecado y el deseo de dejarlo. Dios no aceptaría un sacrificio si no hay arrepentimiento verdadero. Amós 5:21-24. ("Aborrezco, desprecio sus fiestas, Tampoco Me agradan sus asambleas solemnes.   Aunque ustedes Me ofrezcan holocaustos y sus ofrendas de grano, No los aceptaré; Ni miraré a las ofrendas de paz de sus animales cebados.   Aparten de Mí el ruido de sus cánticos, Pues no escucharé ni siquiera la música de sus arpas.   Pero corra el juicio como las aguas Y la justicia como una corriente inagotable.”)

     3.   Debe aceptar el plan de Dios para el perdón. Sólo hay un camino para recibir perdón y este camino es por medio del Cordero de Dios, Jesucristo.

Ahora bien, ya que comprendemos las cosas arriba explica­das sobre el cordero sacrificial, podemos entender mejor lo que Juan el Bautista quiso decir cuando llamó a Jesús, "El Cordero de Dios." El quiso decir que Jesús era el Salvador, sin pecado, a quien Dios envió al mundo para morir por nuestros pecados.